Se puede hablar de sus 20 metros de calado natural, o de sus 15 muelles habilitados para atender naves de más de 400 metros de eslora, o de los 7.500 empleos directos e indirectos que generados por su construcción, pero para medir bien la magnitud del puerto peruano de Chancay, basta decir que la presencia del mismísimo líder chino Xi Jinping, que no ha vuelto a América desde la pandemia, está casi confirmada en la inauguración del terminal.
La infraestructura no ha estado libre de polémicas, tanto ambientales como de política externa e interna, pero por fin, a comienzos de 2025, debería entrar en funcionamiento, luego de más de una década desde que empezara a proyectarse.
Con un inversión mayoritaria del Estado chino, que es el dueño de la naviera china Ocean Shipping Company (Cosco), el megapuerto de Chancay promete acelerar el intercambio entre Asia y Sudamérica, llegando a beneficiar a países como Brasil, pero desafiando tanto a los puertos cercanos como a Estados Unidos. Este último país ve con desconfianza la llegada cada vez más intensa de las inversiones chinas a la región.
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